Toro Sentado |
Los Lakota tenían un nombre para el gran bisonte macho que permanecía imperturbable retrepado sobre sus ancas: Tatanka Iyo-tanka. Protegido por ese Tótem, Toro Sentado (1831-1890), uno de los grandes líderes de las naciones indias, estaba destinado a conducir a 3500 Sioux y Cheyennes a la batalla del río Little Big Horn, la misma en la que cayó el legendario VII de Caballería. Toro Sentado, que había nacido en lo que hoy es Dakota del Sur, entró por primera vez en combate con sólo 14 años, contra los Crow. Pero tenían que pasar otros 20 hasta que tuviera su primer encuentro con soldados blancos. En 1868, curtido por miles de escaramuzas a las órdenes de Nube Roja, el valeroso Tatanka ya era jefe de los Lakota. Seis años después una expedición comandada por el general Custer descubrió oro el territorio Dakota, una región sagrada, vedada por los blancos. Aquella prohibición, establecida por el tratado de Fort Laramie, no detuvo a los buscadores de oro, lo que irritó a los nativos. Estos se negaron a venderla al gobierno de los EEUU, que estableció que los que no permanecieran en sus reservas el 31 de enero de 1876 serían considerados hostiles. Toro Sentado, que había convocado a los Lakota, Cheyennes y Arapahoes para hacer frente a las tropas que ya se encontraban en camino, tuvo entonces una visión en la que los soldados “caían sobre su campamento como saltamontes” inspirado en ella, el jefe guerrero Caballo Loco atacó y sorprendió a los blancos. Aquella acción precipitó la batalla del río Little Big Horn, donde pereció el propio general Custer. El desastre, sin embargo, encrespó los ánimos de la opinión pública estadounidense y los Lakota fueron hostigados y perseguidos por el ejército. Aun así Toro Sentado no se rindió. En 1877 cruzó la frontera de Canadá, donde permaneció a salvo durante cuatro años, hasta que derrotado por el hambre se entregó al comandante de Fort Buford, en Montana. Así Tatanka permaneció como prisionero de guerra en una reserva hasta 1885, cuando pudo abandonarla para unirse al salvaje oeste de Buffalo Bill, Tatanka cobraba 50 dólares a la semana por cabalgar una vez alrededor de la arena y también podía vender sus autógrafos y retratos. Sin embargo, hastiado e incapaz de comprender la sociedad de los blancos, Toro Sentado solo permaneció cuatro meses en show del gran explorador. En ese tiempo pudo estrechar la mano del presidente Grover Cleveland, lo que tomo como una prueba de que aún era recordado como un gran jefe. Eso no evitó que, cuando el público le pedía pronunciar unas palabras, Toro Sentado aprovechará para maldecir a los blancos en su idioma. A su regreso Toro Sentado tuvo otra visión en la que se le anunciaba que sería asesinado por alguien de su propio pueblo. En 1890, el jefe Lakota Mato Wanartaka visitó al gran líder indio para hablarle de la Danza de los espíritus, una ceremonia que en su opinión garantizaba la expulsión de los blancos y la restitución de su forma de vida. Las autoridades que aún temían a Tatanka y que pensaban que acabaría uniéndose a ese movimiento, enviaron a 43 agentes Lakota para capturarle. El 15 de diciembre de 1890, estos obligaron a salir a Tatanka de su cabaña. Cuando su gente acudió a protegerle, se produjo una refriega en la que uno de los policías indios mató de un certero disparo a Toro Sentado. Así la profecía acabó cumpliéndose.
Ruben Tamanaco
Referencia:
- Material tomado de la revista “Muy Historia” número 6 / 2006
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